Sirat (Óliver Laxe)

Hemos visto Sirat de Óliver Laxe (2025), película seleccionada para representar a España en los premios Oscar de la industria estadounidense.

Un canto al sinsentido de la vida

La impresión que nos ha dejado esta cinta es la de un profundo absurdo de la vida, tanto individual como social. Futilidad de los proyectos, inutilidad de buscar, de avanzar. Sinsentido también de una sociedad de la que más vale escapar. Una sensación, en definitiva, de profundo y melancólico vacío… Repasemos de manera breve varios aspectos de la película, los que nos han quedado en la mente al terminar la proyección.

Sirat de Óliver Laxe, su faceta documental

Un primer aspecto del sinsentido es la presentación, casi documental, de un conjunto de vagabundos cuya vida parece reducirse a un vagar en estado de mugriento abandono de una fiesta a otra, y que se dedican, como máxima ilusión, a menear con ritmo cansino sus maltrechos cuerpos ante los altavoces, muy apoyados en las drogas, por supuesto. Un ejercicio constante de evasión de si mismo por parte de individualidades toscas, nihilistas, sin creatividad ni proyecto, sin sentido en definitiva.

Eso si, convenientemente idealizados (supongo que ahora se dice «romantizados») como una especie de hippies felices que nunca padecen resaca ni mal cuerpo pese al brutal tute que se meten… Y que están, por supuesto, dotados de las convenientes dosis de bondad y solidaridad sentimental y tribal…

Sirat de Oliver Laxe

No sin mi hija

Otro factor es la búsqueda de la hija perdida que emprende un abnegado padre por el circuito de las raves. Es un elemento que hemos visto mucho en el cine ameriquense: el padre desesperado al rescate de su hija en un contexto adecuadamente exótico y depauperado. Para conseguir la identificación afectiva del espectador, Sirat cuenta con el concurso de Sergi López, hombre serio, sufridor, de campechano abdomen, esforzado y cariñoso, capaz de caerle simpático a todo el mundo. ¿Podrá esta búsqueda, por manida que sea, dotar de un horizonte, de un proyecto, a ese ámbito de sinsentido donde se mueve la película?

Sirat de Óliver Laxe como road movie

Es otro aspecto que consume buena parte del metraje: el desplazamiento motorizado a lo largo de grandes distancias. Desplazamiento trufado de pequeñas anécdotas de escasa relevancia o interés (eso cuando se entienden los murmullos poco articulados de los actores). En esta fase, el aburrimiento se hace patente, y solo podrán evitarlo los que sean aficionados a las bromitas adolescentes o a las grandes planicies pedregosas.

El mundo allá lejos

Un factor a nuestro parecer fallido es la presencia, más bien sugerencia, de algunos hechos de nivel mundial (no queremos desvelar nada al futuro espectador) que ni están bien planteados, ni explotados, ni sentidos realmente por los personajes, lo cual sería de esperar. Parece que solo se han introducido como palanca para lograr ciertos giros argumentales y para enfatizar el desinterés y el apartamiento de los personajes respecto al mundo.

Sirat de Óliver Laxe, el sinsentido de la tragedia

Cuando se da una catarata inmotivada de hechos trágicos y terribles (tampoco aquí queremos revelar nada), al final la propia desgracia pierde su fuerza y solo queda una sensación de vacío y desesperación. La cuestión es que nada sirve de nada, no hay búsqueda ni construcción del sentido, como suele decirse: «no somos nadie»…

Volvemos otra vez al principio, hemos partido del sinsentido para llegar a un absurdo aún mayor. Nos parece que este deprimente y nihilista mensaje es el tema de la película y en este sentido está bien logrado y expresado: la vida es una peripecia absurda en un entorno hostil, física y socialmente, del que más vale huir.

El supuesto preciosismo estético en Sirat de Óliver Laxe

Esperábamos una mayor presencia de la música, una experiencia acústica más impactante, más envolvente, que nos «transportara» aunque fuera un poco, a un ámbito espiritual por así decir (hay vídeos de conciertos en el Burning Man -por mencionar un entorno comparable- que lo logran en bastante mayor medida). Lo cierto es que contemplar cómo unos vagabundos mugrientos «flipan» voluntariosamente escuchando un martilleo rítmico muy tosco, tras tomarse una sopa de hongos… no «transporta» demasiado al espectador.

Y algo similar ocurre con los paisajes, sin duda impresionantes (especialmente para quien ame esa estética), pero que no han sido explotados con creatividad, en conjunción con una música que fuera más densa, más matizada, de forma que causaran una impresión espiritual o sublime, más allá de la simple reiteración de rocas y cascotes polvorientos.

Dos aspectos positivos

Resaltemos, para terminar, dos aspectos claramente positivos de la película. El primero, ya mencionado, sería la adecuada expresión del mensaje del sinsentido nihilista (si es que esa era la intención). Y el otro, la capacidad de sobresaltar realmente al espectador, en un par de momentos clave, dándole un meneo contundente que lo saca del sopor en el que la película lo iba sumiendo. Y con esos choques, Laxe logra destruir todas las expectativas de positividad que ese espectador pudiera tener, para arrojarlo ya sin remedio al insondable absurdo de la existencia.

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